He tenido un par de semanas espantosas.
Bueno, yo y mi manía de exagerarlo todo. Tuve que haber estudiado teatro, ya que se me da muy bien el drama.
He
tenido un par de de semanas con algunos sucesos desagradables, que le
hacen afirmar a mi yo actríz que viví un par de semanas -o un mes o un
año o casi toda una vida- espantosas.
Nada de lo cual refleja la realidad de forma objetiva.
Vamos de vuelta: He tenido un par de semanas complicadas desde lo emocional. Creí que tocaba fondo.
La fuerza energética de mi malhumor hizo que se quemara el foco del velador de mi mesa de trabajo y que se cortara el agua en todo el barrio por un par de horas.
Escalofriante, ¿verdad? De Pulparaña Superpoderosa a dejar sin agua a todo el barrio, y sin luz a la artesana...
En fin. Otra vez llueve. La melancolía empaña mi visión, hay un vestigio de tristeza en estas palabras. Lo noto. Hace rato abandoné la opción de aferrarme a la tristeza cuando las cosas salen mal. Seguiré escribiendo con tristeza o sin ella.
Simplemente ya no tengo tiempo para echarme a llorar o dejarme tirada en la cama por días enteros lamentándome. Inicié éstos nuevos proyectos -amigurumis, fan page, blogs- a causa de un suceso desagradable y aprendí una nueva palabra: resiliencia.
La capacidad de afrontar la adversidad, eso es resiliencia. Aunque no me sentía nada inspirada hoy para escribir decidí que tenía que hacerlo igual. Ya empecé este camino. Ya no me puedo echar atrás. No me quiero abandonar a mi mísma. Sólo queda una única dirección hacia donde puedo avanzar: hacia adelante.
Y ahora que lo pienso mejor: inicié todo lo que hice en mi vida a causa de sucesos desagradables.
Empecé a tejer crochet porque quería escaparme de casa. Refugiarme en lo de la vecina crochetera era lo único que tenía al alcance.
Comencé a vender aritos y pulseras porque quería ganarme el dinero que mi madre no quería proporcionarme para mis fútiles gastos de adolescente.
Retomé lo de vender artesanías cuando me cansé de ser telefonista y radioperadora de agencias de remisses, atendiendo los pedidos y reclamos de todo el mundo -menos los míos propios- a cambio de una paga que dejaba mucho que desear por las tareas que realizaba. Literalmente, esa rutina me comía la vida. Estaba constantemente sometida a un estrés insoportable. Cuando salía de trabajar no queria hablar con ningún otro ser humano.
Resiliencia. Después de un asunto con una diseñadora de amigurumis, a la que mi ignorancia acerca del tema (y mi osadía de compartir de manera gratuita un patrón sacado a ojo) vulneraba sus derechos de autor, aprendí que en Argentina existe una ley 11.723 que protege a los creadores y a sus obras: sean compositores, músicos, ilustradores, fotógrafos, escultores o la vecina crochetera que inventó un nuevo muñequito, y quiere registrarlo en la Dirección Nacional de Derechos de Autor para que no se lo plagien si comete la imprudencia de subir una foto a su perfil de Facebook.
Me leí toda la ley. Me leí los artículos del Código Penal a los que se remite dicha ley en caso de aplicar sanción a algún supuesto infractor.
Lo que no van a leer ustedes aquí son mis sensaciónes al vivir aquella experiencia, porque son un verdadero bajón. Son patéticas. Y cómo no le deseo a nadie que pasé una amargura similar a la que yo viví, ya me encuentro trabajando en un artículo que brinde información a la vecina crochetera, a la feriante, a la que teje por hobby, o a la Jenny de quince años que encontró un patrón de amigurumi navegando por Internet porque quiere aprender a tejer.
Eso creo que es resiliencia. Poder decirme: no me voy a echar a llorar porque se quemó el foco. Voy a aprovechar y descansar hasta mañana a que compre otro. No voy a dejar de postear porque tuve que eliminar una publicación de mi blog a pedido de un bufette de abogados; en cambio voy a informarme más para que no vuelva a ocurrirme, e informar a su vez a las demás. No voy a abandonar este Diario por falta de inspiración. Escribiré de todas formas.
Poder decir: aprendí algo nuevo, tomaré los recaudos pertinentes, me cultivaré más. ¡Me conseguiré un abogado y me haré amiga de la Oficina de Patentes en cuanto tenga listos mi próximos muñecos diseñados por mi! Así cuando postee gratis un patrón, nadie pueda incriminarme de vulnerar derechos ajenos.
Me arrogaré el derecho de llamarme autora de algo, aunque en mi fuero interno siga pensando que las ideas tienen vida propia. No le pertenecen a nadie salvo a ellas mismas. Que nuestro logro como artesanas es canalizar, sintonizar con esas ideas y dotarlas de vida gracias a nuestro talento. Reflexión al pie: Talento: lo único verdaderamente de uno. Sin embargo el talento no puede registrarse en una oficina intitucional como propio.
Que no inventé el tejido ni el crochet. Me seguiré preguntando si los muñecos protegidos en la Dirección Nacional de Derechos de Autor, muñecos que representan personajes ya creados o personas reales tienen a bien pagar derechos de autor a las grandes compañías que los inventaron o a las personas a quienes representan o a sus descendientes.
Me arrogaré el derecho de llamarme autora con el único fin de publicar tranquila y segura de que nadie me va a romper los kinotos.
Resiliencia es poder decir: si alguien denunció mi post, es porque fue leído, usado, compartido. La gente visita mi blog porque le resulta útil el contenido que publico. Eso es bueno. Será aún más útil si redacto un artículo con información cierta acerca de las leyes sobre muñequitos y patrones. Y de como la Jenny puede registrar su diseño para que nadie le "robe la idea" o pueda subirla a Instagram si se le da la gana
Si aprovacharé la oportunidad y el aprendizaje para munirme de los intrumentos legales necesarios para llevar a cabo mi actividad, para comprar otra marca de foco de mejor calidad, para escribir acerca de todo esto aunque no esté inspirada, y sobretodo para asumir de una buena vez que por muy buenas intenciones que yo tenga de contribuir a que este mundo sea mejor ofreciendo mi actividad de manera gratuita y sólo cobrando por los productos terminados, los demás son diferentes a mi, y poseen su propio cúmulo de buenas intenciones, que no necesariamente coincidirán con las mías.
Aprenderé que si yo me duermo, otros me van a dormir a mí antes de lo que canta un gallo. Que voy a tener que pedirle a mi cerebro que canalice con ideas que estén buscando venir al mundo y no hayan encontrado todavía un autor.
Paró de llover. Hice catarsis con la tristeza. Escribí un nuevo post. ¿Semanas espantonsas? No fue para tanto. Volveré a aprender una vez más lo hartamente aprendido: resiliencia. La capacidad de afrontar las adversidades.
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