viernes, 13 de marzo de 2020

El mundo es perfecto



Me despertó el silencio y las gotas de sudor esparcidas por todo mi cuerpo. Hace cinco días hace un calor asqueroso. Lo siento, no he encontrado un adjetivo más amable para describirlo. He llegado a una edad en que comprendí que no vale la pena quejarse de la realidad. Sin embargo, las viejas mañas no se pierden. Entonces me desquito con el clima.

A mi derecha el calor era todavía más potente. Mi hijo, profundamente dormido e igualmente transpirado, añadía más temperatura a mi cuerpo. ¿Por qué se detuvo el ventilador? El cese del narcótico zumbido había alertado a mi cerebro, despertándome.

Miré al frente. La diminuta lucecita roja en el extremo inferior derecho de la pantalla de televisión estaba encendida. Entonces no se cortó la energía eléctrica, pensé. ¿Acaso se rompió el ventilador?

Me levanté de un salto, nerviosa. ¡No! ¡Por Dios! ¡No se puede romper el ventilador ahora! ¿Cómo vamos a sobrevivir a este calor sofocante? No voy a poder tejer en el comedor, tendré que ir a la pieza a hacerlo. Allí no tengo buena luz. Me va a hacer doler la cabeza forzar tanto la vista. Este es el segundo ventilador que se avería, quizás si probara desarmarlo para conocer cuál es desperfecto. O podría probar con el ventilador en desuso. Recalienta el motor, pero es mejor que nada... O tal vez...

Todas estas cosas (y otras más) pensaba mientras probaba a enchufar y desenchufar el ventilador y haciendo prestidigistación con la perilla de encendido. Mientras tanto voy a prender el aire acondicionado para que Ian no se despierte. Si no, ya no podré hacer mi rutina mañanera a solas. Eso me pondrá de malas, y tendré un día horrible. Necesito estar a solas la primera hora de la mañána.

Pero el aire acondicionado tampoco se prendió. Volteé a mirar la tele. La lucecita roja seguía encendida. ¡Uffff! ¡Lo que faltaba! Se agotaron las pilas del control remoto. ¿Dónde habrá guardado Rafa las otras? Si no las encuentro tendré que poner a cargar éstas. Pero ¿en que sitio inaudito estará el cargador de pilas? ¿Habrá alguna manera de encender el aire manualmente? ¿Dónde tendrá un botón? Bah, es absurdo. Tampoco podría llegar allá arriba, es muy alto. Necesitaría una escalera, y no hay escaleras aquí. Además tendría que correr la cama, Ian se despertaría...

A esta altura, me encontraba sumamente contrariada, frustrada, y enojada con la situación. Sin contar lo malhumorada que me ponía el calor. Me dirigí al comedor. Revolví recipientes y sacudí portezuelas de muebles buscando pilas. Entretanto, abrí las ventanas, rogando que soplara un poco de viento. No encontré nada. Y del viento, ni rastros. Cuando venga Rafa le voy a preguntar dónde diablos escondió las pilas. Apurate y hacé algo porque Ian se va a despertar y entonces... Quizás si busco en la otra habitación...

Posé mis manos en el interruptor de la luz, presioné con el dedo. Nada. ¿Eh? ¿También se quemó el foco? ¡No puede ser!

La comprensión de lo que en verdad ocurría me atravezó como un relámpago. Probé con más interruptores de luz, sin resultados satisfactorios. Desbloqueé mi teléfono: el ícono del wifi había desaparecido. Volví a la habitación y miré por tercera vez la maldita lucecita roja del televisor. 

Apagada. 

Los diez párrafos anteriores describen una situación que ocurrió en un lapso de tres minutos. Son increíbles los estragos que causa una mente orientada al pánico y a la desesperación que corre como caballo desbocado tras una premisa falsa. En tres minutos, mi mente se encargó de hacer pedazos mi mundo interior con pensamientos alarmistas y fatalistas, sólo guíados por algo que había sido cierto alguna vez, pero que ahora mismo era mentira. El desfasaje temporal se había encargado del resto.

Eso me hizo reflexionar en el dato curioso de que las estrellas que vemos en el cielo hoy, eran así hace veinte años. Muchas de ellas, ahora mismo ya no existen. Fueron alguna vez, pero ya no son. Están tan lejos en el espacio que su luz nos llega con retraso. 

Lo mismo había ocurrido con la lucecita roja del televisor. La energía eléctrica se había cortado. Pero un remanente hacía que siguiera brillando. Al elegir guiarme por ella, todas las conclusiones y deducciones posteriores fueron erróneas. No necesitaba una escalera para prender manualmente el aire. Estúpidamente había decretado tener un día horrible si mi hijo despertaba antes de que pudiera concluír mi rutina mañanera. El ventilador estaba en perfectas condiciones. No se habían quemado las bombillas de toda la casa. No me iba a doler la cabeza por tejer en la pieza con una foco menos potente. Ni siquiera tendría que ir a la habitación si no lo deseaba. Simplemente se había cortado la luz, y lo único que podía hacer era esperar a que los encargados de la empresa de energía volvieran a reconectarla.

Suspiré hondo, avergonzada de mí misma. Naturalmente, no podía calentar agua en la pava eléctrica, así que encendí una hornalla de la cocina y desempolvé la pava de aluminio. Terminé de preparar mi mate y lo puse en la mesa. Luego abrí mi cuaderno: Viernes 13 de Marzo de 2020... ¡Puf! No te cases ni te embarques, dice el dicho. No intentes prender la luz cuando no hay energía, es un gasto de voluntad en vano. Ahora entiendo todo... el día viene mal parido asi que...

¡Basta! Esta vez no me vas a engatuzar. Ni el día viene de malas, y la fecha es intrascendente. Significará lo que yo elija que signifique y no voy a permitir que me engañes otra vez. ¡Silencio! Tu aporte no me estaría sirviendo de nada en este momento. Prefiero que calles. Gracias. 

Pero en la historia antigua, el viernes trece fue considerado de mal augurio ya que un día trece del mes de octubre el rey de Francia ordenó la captura de los templarios...

¡Shhh! ¡Silencio, dije! Es historia pasada. Como la maldita lucecita roja ya era historia en el momento que decidí tomarla como un referente de la realidad.

Me pregunté cuantas insistentes y mentirosas lucecitas rojas habrán en este momento en el mundo. No significa que no hayan sido verdad alguna vez, pero ¿y ahora mismo? ¿Son verdad ahora mismo? ¿O sólo brillan gracias a un remanente? 

Cuando surgieron estaban alimentadas por una energía auténtica, pero hay muchos factores que detienen el flujo de la luz: los intereses egoístas, la envidia, los celos, la persecución de un fin meramente económico, el odio, la sed de venganza, la violencia, el victimismo, el fanatismo, el afán de tener la razón, el creerse poseedor de la única y definitiva verdad, el miedo, el miedo disfrazado de prepotencia, la arrogancia, la soberbia, la carencia de amor, las heridas emocionales... puedo seguir. Pero me detendré aquí.

Necesariamente la pregunta que siguió después fue ¿y quién soy yo ahora mismo? No hace un rato cuando me sentí desesperada por la posible avería del ventilador. No ayer cuando sentí indignación navegando por las redes sociales. No hace veinte años cuando creía que la justicia y la libertad eran atributos que el ser humano estaba obligado a tomar por la fuerza, reclamándolos hacia un afuera que en realidad sólo es humo. No existe el afuera. Las cosas no se "cocinan" afuera. Todo lo que sucede allí se elige y diseña adentro. Luego se reflejan en este bendito mundo que actúa como un espejo gigantezco.

Lamentablemente. Y dolorosamente. Porque cuando nos negamos a mirar adentro, viene el afuera y nos cachetea con nuestro propio reflejo. 

¿Quién soy ahora mismo? ¿Es algo que tengo que descubrir o algo que debo elegir? Y si lo elijo... ¿Quién escojo ser en este momento? ¿Una mente en pánico que fantasea con colgarse de una escalera que no posee para prender manualmente un aire acondicionado que no tiene botón? ¿Soy mi conducta malhumorada que se queja del calor? ¿Cuánta energía vital desperdicié en tres minutos sólo por seguir una premisa falsa y no corroborar la realidad presente con datos reales?

Si hubiese intentado con el interruptor de la luz antes de mirar la lucecita roja, no estaría escribiendo estas líneas... 

Si no cometía un error tan estúpido, no habría reflexionado en estas cosas que corroboran cuán perfecto es el mundo tal y como está.

Sí, con el virus amarillo. Con las expresiones artísticas a fines políticos que destrozan el buen gusto, también. Con una sociedad que se cree con derecho a todo sin tener en cuenta sus responsabilidades. Con una realidad virtual que constantemente nos vende los espejitos de colores de quiénes tienen los medios de hacer publicidad masiva. Con agentes de comunicación embusteros que sólo muestran una fracción pequeñísima de la realidad, que inflan a gusto y placer para convencernos de que eso es lo único que existe.

Y nosotros como obedientes y sumisos borregos de nuestra mente, nos lo creemos. 

No filtramos. No sometemos la información a juicio crítico. No contratastamos lo que vemos con datos reales. No atendemos lo que compartimos en las redes. No indagamos. No escuchamos la otra u otras campanas. Ni siquiera nos damos cuenta de lo que otros cocinan en las sombras, porque antes de ello se aseguran de viralizar alguna noticia que mantenga a la opinión pública ocupada en tonterías. NO NOS HACEMOS PREGUNTAS... ni cuestionamos lo que vemos: nos lo engullimos. Y después nos sorprendemos cuándo sobreviene el dolor estomacal que provoca comer basura especialmente diseñada para causar indigestión.

Ayer vi un meme tan ofensivo que pese a haber reído con el chiste lamenté que su autor formara parte de la raza humana. Tomé lo bueno, y me reí. Y después pensé: el mundo es perfecto. No hay tiempo para lamentos. Yo también formo parte de esta raza de neuróticos. Yo también soy una de ellos, y el lamento no evade mi responsabilidad de ser neuróticamente selectiva con lo que doy y tomo del mundo. Ni de pedir perdón en nombre de todos aquellos que no saben que pueden elegir encender su luz en vez de vivir a expensas de la energía remanente ajena.

No todo el mundo sabe como enchufarse a la electricidad nutritiva del universo. Ni siquiera yo misma puedo hacerlo a voluntad. Generalmente lo consigo por accidente cuando el impulso creativo descorre el velo y mi entrega total al momento presente consigue esa milagrosa conexión con algo más grande, más sabio, más inteligente y más amoroso que yo.

El dolor que siento es real. Y ya no quiero taparlo eligiendo indignarme con lo que me muestra el afuera. Ahora quiero elegir mirar de frente ese dolor. Nos estamos autodestruyendo, y duele. Sangra. Aún así, sigue siendo perfecto. Al menos el dolor es auténtico. 

Me duele aceptar que esa voz alarmista de la mente es mía. Y que destroza mi paz interior cada vez que que sucumbo a su influencia. Odio tener que vérmelas con mis propias miserias. O afrontar la vergüenza de haber cometido un error tan absurdo. 

Muchos errores absurdos. 

Me repele la idea de que en el fondo soy una niña que no tuvo el amor de mamá, entonces forjó un personaje ficticio durante toda su vida para sobrevivir en un entorno hostil y violento. Mi peor enemiga es ella, el personaje. Mi madre ni siquiera tenía noción de lo que hacía.

El personaje me ayuda a tapar el dolor con eficiencia, pero mantiene oculto mi verdadero ser. Prende una lucecita roja para que actúe como faro de mi destino. Y por supuesto, todas mis conclusiones y deducciones luego resultan erróneas.

Descubrir la premisa falsa dentro de mí duele tanto que no puedo culpar a mis congéneres por engullir basura del afuera y comportarse como borregos de su mente como alternativas para esquivar el dolor. Yo también acabo de hacerlo. 

Aún así, el mundo es perfecto. 

Y aunque no he suavizado en modo alguno lo dicho aquí, es lo más auténtico que puedo brindar justo ahora. No voy a llamar a la reflexión, ni les voy a invitar a que piensen en esto. Es innecesario decirles presten atención a lo que comparten en las redes, manténganse ojo avizor, lávense las manos y averigüen quién es el dueño de la empresa de barbijos que se está enriqueciendo a costa de la escasez programada, antes de salir a saquear farmacias a lo tonto... 

No. Nada de lo que diga va a cambiar nada. Ni pretendo hacerlo tampoco.

El día que crean que se rompió su ventilador por atender la lucecita roja del televisor lo van a descubrir por sí mismos. 

Entonces no van a creer que...

Harán algo mucho mejor que "creer". Las creencias solo son ideas que por convención social se pusieron de moda. Luego una mano invisible corta la energía y seguimos aferrados a ellas como si todavía fueran ciertas. Las creencias son como las estrellas extintas hace veinte años.

El conocimiento es mejor que la creencia. Sabemos que las estrellas ya no están. No caemos en la ilusión ni pretendemos lo que ya no son. En cambio nos disponemos a disfrutar de su brillo. 

El conocimiento se transmite cuando podemos experimentar en carne propia lo que alguien nos dijo alguna vez que funcionaba y era verdad.

Y ahí sí, cuando lo vivan, si gustan, pueden creerme. O no. Que me da lo mismo. 

Es más importante que SEPAN y experimenten con cada partícula de su ser cuán perfecto es el mundo tal y como es. Ahora mismo.







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4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. No había encontrado un adjetivo para describirlo... pero vos sí!

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  2. "Todo es según el cristal con que se mira" Al aplicar esta frase podemos ver lo bueno en lo malo y al revés. La mayoría dejan que los demás tomen la decisión de que cosa debemos ver; solo somos mujeres si nos pintamos los labios, nuestra piel es perfecta solo cuando usas crema y como somos perfectos no podemos equivocarnos. El equivocarse nos permite aprender a ser mejores la próxima vez que nos pase lo mismo, nos permite crecer y mejorar como seres humano y querer ver lo bueno en vez de sumergirnos en lo malo. Pero tomar conciencia de como ver las cosas implica responsabilidad sobre nuestros actos y es mejor echarle la culpa al otro y dejarnos llevar de las narices para que otros sean los responsables.Pero como vos decis Cecy la experiencia es algo que no se enseña y lo que es peor muchas veces nadie te cree lo cual es una pena porque con solo ponerse a reflexionar un poco sobre nuestra forma de hacer las cosas podemos tomar el control sobre como es la realidad que nos rodea y no lo que nos quieren vender.

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    1. Es verdad, tenemos tan en baja estima al error, y sin embargo sólo gracias al error ocurre el verdadero aprendizaje.

      ¡Y tan cierta tu descripción de tomar consciencia! Tomar consciencia es la cosa más dura del mundo, una vez que te das cuenta, ya no hay vuelta atrás... sabés que "no hay a quién echarle la culpa" y eso es muy dificil de asumir... para cualquier persona.

      Pero también es cierto que retomar las riendas de tu vida es liberador (aunque sea el camino más largo)...

      Super profundo tu comentario Naty! Gracias!

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