domingo, 24 de septiembre de 2017

Las artesanías no pagan las facturas




Di vueltas como una calesita durante varias semanas hasta decidirme a escribir este post. Y varias semanas más hasta dignarme a publicarlo.

Di vueltas porque por un lado siento que lo que yo viví puede servir de experiencia para alguien más, sin embargo recordar determinados episodios pasados y desagradables no es algo sobre lo que me emocione escribir.

Todos estos sentimientos turbulentos y encontrados que he vivido las últimas semanas detonaron con los comentarios que mi tocaya neuquina Ceci G. hizo en uno de los posts anteriores.

Ser artesano/a ¿un oficio o un pasatiempo? En su caso, y como ella lo describió muy bien, su arte no paga las facturas ni le da de comer.

Ajustense los cinturones porque hoy me voy a poner cruda, cruda -créanme crudísima- y voy a tratar de desmenuzar esta cuestión de la manera más objetiva posible.

Pero vamos por partes, dijo Jack "El Destripador", porque empecé por la mitad de la reflexión y a esta altura ni yo entiendo lo que intento decir.

Ser artesano, como afirmé en posts anteriores es un oficio digno como cualquier otro. Ahora bien, social y culturalmente, arraigadísima en nuestra psique colectiva está la idea de que no, señor, es un hobby, bonito, divertido, hermoso... más no se puede vivir de ello.

Los hechos parecen afirmar que se trata de un pasatiempo. Ceci hace unos trabajos de ensueño en patchwork, pero sus potenciales clientes compran toallas en el hipermercado más cercano a su domicilio.

Tengo amigas tejedoras, modistas, las que  moldean en porcelana fría, que hacen macramé, vitrofusión o scrapbooking pero todas ellas son profesionales en otras áreas, o tienen un empleo fijo que costea sus gastos.

O bien, son amas de casa como yo, que poseen la dicha y la suerte de tener un marido trabajador que lleva el pan a la mesa cada día.

Con esto que digo no les estoy alentando a que salgan corriendo a buscarse un marido que les mantenga así pueden renunciar a ese maldito empleo que aborrecen, y poder entonces zambullirse alegremente en sus hilos, lanas, telas, arcillas y demás.

De hecho, si lo hacen se van a encontrar en la curiosa situación de que trabajan a tiempo completo los siete dias de la semana, los trecientos sesenta y cinco días del año, como me ocurre a mí.

Mientras sus maridos proveedores estiran las patas arriba del sofa y miran la televisión al término de su jornada laboral, ustedes están con el teléfono en la mano cerrando una venta con un nuevo cliente, o metidas en sus ordenadores programando las publicaciones en la fan page de su mini Pymes, o terminando las borlas de ese mandala a crochet que les encargaron para ayer.

Porque para dedicarse por cuenta propia a lo que a una le apasiona hay que trabajar infinitamente más que yendo a alquilar su tiempo a cambio de un salario.

No hay horario de entrada o salida del trabajo. No hay distinción entre el día y la noche. De hecho, cualquier hora es buena para ponerse manos a la obra porque siempre hay una cantidad enorme de trabajo por hacer.

Y si además de artesanas también son madres, generalmente las noches son sus mejores aliadas para crear, mientras que el resto de los mortales simplemente, duerme.

Eso sí. No hay que entusiasmarse demasiado con la creatividad porque al día siguiente los chillidos de los niños pidiendo el desayuno no perdona nuestro desvelo.

En otras palabras y pese a lo desalentador del panorama que describo, tengo tres razones por las cuales sigo siendo una artesana emprendedora disfrazada de ama de casa:

1) Amo demasiado esto que hago. Una puede renunciar a un empleo que no le gusta y buscarse otro. Pero ¿cómo se renuncia a lo que en verdad se ama? Es imposible.
2) Cultivé la suficiente confianza en mi misma y en mi creatividad como para sentirme capaz de idear nuevas maneras de generar los ingresos que paguen el estilo de vida que quiero vivir.
3) Me haría carmelita descalza o vendería mi alma al diablo si fuera necesario antes que volver a alquilar mi tiempo a cambio de un salario.

Aunque mis ingresos como mucho llegan a cubrir unos pocos gastos domésticos, tengo un marido que se encarga de la subsistencia familiar, y yo trabajo mucho más que él -entiéndase por trabajar atender mi hijo, llevar las tareas de la casa e intentar hacer crecer mi emprendimiento-, mis tres razones son lo suficientemente poderosas para mantenerme en este camino.

Especialmente porque no me veo como carmelita descalza rezando en un frío  claustro en pleno invierno.

Cabe aclarar que no fui ama de casa toda mi vida. Diez años preciosos de mi existencia, los años dorados de mi juventud se fueron atendiendo teléfonos, mandando directrices, direcciones y tarifas por radio base. Fui radioperadora en remisses y telefonista en agencias de motomandado.

No puedo decir que esos diez años trabajando para poder vivir fueron malos. Pero tampoco fueron buenos.

Tuve que renuciar a dos carreras universitarias, porque si sólo estudiaba, me moría de hambre. Tenía que trabajar si o sí para poder comer. Y aunque intenté hacer ambas cosas al mismo tiempo, casi fallezco en el intento. Ah, por cierto no mencioné que a los dieciocho años me fui de casa.

Sumésmole a lo anterior que yo no poseía ni una pizca de autoestima ni confianza en mi misma, por ende, la gente de mi entorno tampoco creía en mi. Nadie allá afuera puede darnos lo que nosotros mismos no tenemos adentro.

Para ser la artesana que hoy soy, no sólo tuve que perfeccionar las técnicas de confección de piezas y aprender a tejer amigurumis.

La mayor obra artesanal de mi vida fue reinventarme a mí misma, moldear nuevas creencias, tejer nuevos sueños, trabajar primero en mi y en quién creía que era, para algún día convertirme en la obra de arte que quería ser.

Y aún continúo trabajando en esa obra en la que quiero convertirme. El día que me toque cerrar los ojos definitivamente a este mundo quiero poder decirme: ¡Que buen, pero que buen trabajo hice!

Ahora bien, como venía diciendo, trabajo tres veces más que mi marido y a cualquier hora del día o de la noche. ¿Porqué trabajo tanto? ¿Porqué el aire es gratis? ¿Porqué soy una adicta a mantener mi tiempo ocupado?

No, señor. Trabajo mucho porque para poder "vivir de mi arte", o mejor dicho, lograr el objetivo de el tiempo que le dedico a tejer no sea tiempo en que pierdo dinero, tengo que crear fuentes de ingresos que no requieran de mi presencia y mi atención constante para generar activos.

En otras palabras y parafraseando a Robert Kiyosaki en "Padre Rico, Padre Pobre" trabajo mucho ahora para que en un futuro no muy lejano mi dinero trabaje para mí y no al revés.

¿O acaso pensaron que alucino hacerme millonaria sólo vendiendo muñequitos de crochet?

Yo sé que exigiéndome al máximo en tejer veinte muñecos al mes,-exigiéndome y no haciendo ninguna otra cosa que no sea tejer- en vez de los ocho que tomo mensualmente y aunque decidiera doblar o triplicar el valor en que actualmente los vendo... ni aún así podría generar la suficiente cantidad de dinero para costear mi vida y la de mi familia.

Los artesanos aunque nos reunamos y formemos un sindicato (de hecho, no seria mala idea tener un marco legal para desarrollar nuestra actividad), aunque salgamos con ollas y pancartas a manifestarnos por las calles reclamando que nos paguen un precio justo por nuestros artículos, no lograremos jamás costear nuestros gastos totales de vivienda, ropa y comida con los productos realizados con nuestras manos.

¿Porqué no? Y esto ya lo dije en el post anterior: porque no tenemos mecanizados nuestros procesos creativos, por ende no podemos fabricar artículos en serie de manera masiva.

Y si mecanizaramos nuestros procesos dejaría de ser artesanal, se convertiría en industrial, y eso sí que ni chiste tiene.

Así que la buena noticia de este post que comenzó tan desalentador empieza a mostrar una luz al final del túnel.

Lo artesanal siempre va a ser artesanal y es bueno que así sea, porque a diferencia de lo industrial, posee un alma, nuestra energía y todo nuestro amor. Fabricar artesanía nos hace bien al espíritu y alegra a sus destinatarios. Amén de que en el futuro cuando todo termine de digitalizarse, y las máquinas reemplacen todos los trabajos mecánicos, tendré la certeza de que ningun robot podrá doblar alambre como yo lo hago, ni tejer muñecos de la misma forma que yo.

No vamos a burlar al sistema capitalista haciendo artesanías. Lo digo porque durante los diez años en que vendí mi tiempo a cambio de un sueldo, fantaseé con la idea de que podía inventar la manera de levantarle el dedo medio al sistema si me mantenía afuera de sus normas.

Es decir, no sólo produciendo artesanía que de por sí es una forma muy diplomática de decirle al sistema que no nos agrada, si no también si evitaba el consumo desmedido de bienes y servicios, reciclaba cartón para fabricarme enseres para la casa, elegía a pequeños productores para comprarles en vez de a las grandes empresas, o jamás meterme en créditos.Y cosas así.

No. No lograremos burlar al sistema aunque paguemos anuncios en Facebook para promocionar nuestras fan page de artesanías, tomemos pedidos hasta el 2058, subamos nuestros precios hasta el infinito, o formemos un sindicato.

De hecho, cuanto mejor nos vaya con las ventas, más manos vamos a necesitar para producir, y puede ocurrir o que baje la calidad de nuestros trabajos, que nos volvamos locos de tanto estrés, que no tengamos tiempo para atender otras cosas importantes o bien que nos veamos obligados a rechazar encargos. Todo lo cual, he notado que ya me viene sucediendo, especialmente lo del stress y lo de tener que rechazar encargos .

Si el pequeño emprendimiento empieza a crecer, una debe ir previendo la situación de pagar por ayuda extra. Sin embargo, eso no soluciona lo del tiempo de producción, que sigue siendo finito y limitado.

Las palabras mágicas que aprendí estos últimos años, y que si las hubiera sabido en mi juventud sin duda las habría usado son (en el ámbito de nuestras finanzas artesanales): ahorro e inversión; (y en el ámbito de nuestra persona): crecimiento personal, autoeducación, y reinvención constante de uno mismo.

Si me gastara todo lo que gano vendiendo muñequitos sin reservar un porcentaje para la compra de insumos y otro porcentaje para el ahorro, mi emprendimiento no tendría gracia.

Borrarme la raya del trasero de tanto estar sentada tejiendo, escribiendo o publicando en redes sociales y blogs durante interminables horas para gastarme todo lo que gano así sin más, sería una locura, que además me mantendría siempre en mismo lugar, dando vueltas como un hámster en su rueda y sin posibilidad de crecer.

Y aquí es donde entra a jugar la autodisciplina que una forma creciendo, autoeducándose y reinventándose: ahorrar  requiere un esfuerzo extra de nuestra parte para no tentarnos de gastar el dinero en nimiedades.

Y para aprender que cosas son innecesarias en nuestra vida y cuáles importantes una tiene que hacer otro esfuerzo más: tomar coraje, mirar para adentro y hacerse preguntas difíciles. Muchas de las cuales luego exigen que cambiemos nuestras creencias acerca del mundo de manera radical.

Así que recapitulando, volviendo al principio de la reflexión y con la manifiesta intención de mostrarle a Ceci G. que sí existe luz al final del túnel...

La dicotomía entre trabajar fuera de casa para pagar las facturas y que eso no nos deje tiempo para trabajar en nuestro arte es una situación absolutamente desesperanzadora y asfixiante.

Lo viví, lo sentí, y es horrible.

¿Cómo salí yo de esa situación? Podria decir que fue un golpe de suerte encontrar a mi Rafa, que no solo cree en mis talentos, me apoya, me alienta a seguir, me da espacio para crecer en mi arte, y trabaja todos los días para mantener a nuestra familia.

Pero no fue suerte y eso lo sé con certeza.

Trabajé en cada detalle de mi formación personal, analicé cada creencia descartando las que ya no servían, remplazándolas por otras nuevas, escribí montones de cuadernos diseñando como quería que fuera mi vida en todos los ámbitos, me leí cientos de libros, tutoriales, artículos desde autoayuda hasta marketing digital, me hice preguntas horrorosamente díficiles, cambié hábitos, me miré adentro para descubrir mis propias miserias, perdoné a mis maestros de vida por enseñarme lecciones de manera desagradable, me hice reiki, practiqué yoga, observé el mundo a mi alrededor tratando de no juzgarlo, desarrolle mi propio sentido común, aprendí a quererme, a confiar en mis talentos, en Dios y en la Vida...

Hice todo esto y muchas otras cosas más.

Tanto trabajé en mi que un día llegaron los resultados. Asi que suerte no fue.

Cuando empecé a quererme y a ayudarme a mí misma, aparecieron las personas dispuestas a ayudarme. Lo que tenemos adentro, siempre se refleja afuera de nosotros.

Y tanto texto escrito hasta aquí sólo para dejar este simple mensaje y la pregunta dificil para Ceci G. y para todos aquellos que se hayan sentido identificados con la problemática que describí:

El afuera refleja lo que tenemos dentro.
¿Estás dispuesta a reinventarte a vos misma para que el afuera cambie?

Ojalá y mi experiencia vivída y narrada aquí sirva de testimonio de que sí, es posible.

Y que no sólo se trata de defender mi oficio como tal, (aunque jamás pagará mis facturas si mi meta solo fuera tejer muñequitos) como lo hice hace dos post, o explicar el origen del valor de mi trabajo en ¿Te parece caro mi trabajo? sino que también se comprenda que detrás del oficio existe muchísimo más que la habilidad y la destreza para crear piezas artesanales.

Ser artesano y desempeñarse como tal en la vida cotidiana implica primero que nada adquirir la habilidad y destreza de convertirse en artesano de uno mismo.







Entradas anteriores:

http://diariodeartesana.blogspot.com.ar/2017/09/botas-de-crochet-sufrimiento-garantizado.htmlhttp://diariodeartesana.blogspot.com.ar/2017/08/artesanoa-un-oficio-o-un-pasatiempo.html
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6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hola Anny!! Jajaja! Ya va siendo hora que Rafa se haga su fans club!! Jajaaj! Gracias por pasarte como siempre a dejar tu comentario! Un besote!! 😘😘😘

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  2. Uy! Me siento un poco importante con este post jajaja.
    Coincido en tantos puntos que extenderme en cada uno sería redundante. Es cierto que lo artesanal fue instalado en el imaginario colectivo casi como superficial, reconozco que tomar conciencia sobre eso es muy reciente para mí.
    Si pudiera haber alcanzado algunas metas hace 10 años, me animaría a intentar otra salida. Pero tengo 44 y es más difícil reinventarse (aunque no imposible). Ojalá mi mente se aclare y pueda encontrar una solución.
    Beso grande Cecy!

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    1. Claro que es posible! Aunque tengas 60 u 80... todo esta en la mente... te deseo Ceci de todo corazón que se te ilumine la mente, que tu corazón te marque el rumbo a seguir, y que encuentres la solución más armoniosa para tu situación actual... te lo deseo de todo corazón, ya que al plantear vos este tema en los posts anteriores me hiciste un gran regalo... me hiciste pensar, reflexionar, exprimirme las neuronas... y aunque hoy no haya manera de conciliar ambos mundos, el ser humano es capaz de inventar lo que no existe... el ser humano crea e innova pensando primero... todo comienza en la mente. Asi que gracias por regalarme lo oportunidad de pensar...

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  3. Qué bien explicado Ceci, la verdad que a veces nos venimos abajo, ya sea porque la gente muestra interés y cuando le dices el precio se asusta, o simplemente porque ves que no tiene la acogida que te gustaría...

    empiezas a pensar tantas cosas... pero sí, hay que construirse a una misma para luego construir sueños poco a poco. Nunca perder la ilusión, por mucha lágrima que sueltes...

    Y sobretodo rodearse de gente que te apoye, que te haga seguir soñando.
    Un besazo enorme guapísima!

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  4. Hola Stefy!! Absolutamente! Me encantó tu comentario!! ❤ gracias por pasarte como siempre y por formar parte del grupo de personas que me apoya y me hace seguir soñando 😉
    Asi mismo también estoy para apoyarte, alentarte y animarte a soñar! Otro besote gigante para vos!! 😚

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