viernes, 12 de julio de 2019

Como es afuera, es adentro






Más allá de todas las emociones vividas el día de hoy, y el de ayer; también anteayer... la semana pasada, los últimos treinta días... hoy vengo a contarles una historia concreta. Porque si de sucesos acaecidos hablamos, tengo material para rato.

Pero no. Hoy no. Mejor a lo que vine. Pasan tantas cosas últimamente, que me falta vida para procesar todo eso.

Esta mañana al despertar y después de preparar mi mate, abrí el cuaderno y me dejé llevar como hago casi todos los días. Digo casi, porque cuando estoy atareada, escribo por las noches.

A veces surgen verdaderas epifanías de esas sesiones de escritura. Reparo en cosas que pasé por alto, o reflexiono acerca de temas en los que generalmente no pienso. Y eso fue lo que ocurrió hoy.

Hace semanas estoy con un trabajo fuera de la agenda que me tiene loca, y que además no es tejido, lo cual implica un esfuerzo mental extra de mi parte.

Ayer estuve a punto de tirar la toalla, y mandar el bendito trabajo al demonio, porque sentí que era más grande que mi capacidad. Tampoco me daban las fuerzas: hace semanas cumplo de entre quince y veinte tareas por día, y me siento realmente agotada por tanto trajín.

Tengo un título acádemico (el único) que reza: Confeccionista a medida, Modista. Pero mi corazón le pertece a la aguja de crochet y a la pinza de doblar alambre, por tanto, muy de vez en cuando, y generalmente porque me veo obligada a achicar algún jean, saco de su estuche a mi maquinita de coser. 

Hace varias semanas, en una reunión de padres, la maestra preguntó quién sabía coser, y no tuve mejor idea que levantar la mano y hacerme cargo de la confección de un mantelito y cuatro fundas de almohadones para la salita naranja de mi hijo.

Sabía que no tenía tiempo extra. Sabía que el libro acababa de llegar. Sabía que se avecinaba la presentación. Sabía... pero el deseo de ayudar al jardín, a la salita a la que asiste a mi hijo, a la maestra que con tanto amor lo cuida, fue más fuerte, y me cargué al hombro un nuevo compromiso.

Para coser, además. En lo cual, -y por decir algo halagüeño-, soy prolija pero no experta.

El mantel lo acabé con éxito y en una tarde. De hecho, después de encomendarme a mi abuela, hábil modista, que en paz descanse, rezándole una pequeña oración, me percaté de que hasta había disfrutado de la experiencia de volver a coser.

El problema llegó con las fundas. Equivocarme un centímetro al cortar la tela, me cambió el plan por completo. Tenía arreglo, pero exigía pensar más. Y no quería exprimirme las neuronas. Empecé a entusiasmarme con la tarea, y pretendía seguir así.

Un par de errores más, echaron por tierra tanta milagrosa algarabía y abandoné el trabajo por varios días, enojada conmigo misma por haber abierto mi gran bocota. ¡La maestra no estaba al tanto de que sabía coser! Ella sólo me conoce del establecimiento como la mamá de... y del Facebook, porque me vió tejiendo en las transmisiones.

Cuando retomé las fundas, terminé la primera a duras penas. Y con la segunda, por querer "agilizar" la costura, me di a improvisar una manera de coser todo en una pieza. Conclusión: tuve que descoser enterito. Todo. 

Íntima amiga del abre ojal y el cortahilachas, quedamos este fin de semana en ir a tomar unas cervezas juntos.

Mi marido que andaba cerca, lentamente empezo a tomar distancia y caminar de puntillas, al verme hecha una furia, golpeando la mesa. De la pieza a la cocina, daba un rodeo por detrás de la silla donde estaba sentada, y por las dudas no me preguntó nada, ni hizo ningún tipo de comentario.

Mi hijo, aún siendo el niño que es, percibió el aire enrarecido, y al contrario de lo acostumbrado, presionó el boton de la compu para apagarla, y se dirigió silenciosamente a la habitación a mirar la tele.

Me considero una buena persona... hasta que me atraviezo. Creo que hasta la moscas me tienen miedo cuando estoy loquita, porque en aquél momento no volaba ninguna.

Finalmente me resigné. Apagué la máquina de coser eléctrica, la luz del velador, y me acomodé en la cama con la frazada hasta la nariz a devorarme la tercera temporada de Stranger Things. Mañana será otro día, pensé.

En la jornada siguiente, un poco mejor dispuesta, y después de haberle rezado una novena a mi abuela para que me ilumine desde el más allá, encontré la manera de arreglar ese desastre costuril. Y lo logré. Terminé la segunda y la tercera fundas.

Esta mañana, escribiendo en mi cuaderno reparé en que el error cometido, el real, no fue haber aceptado el compromiso para ayudar al jardín, la falta de experiencia con la costura, o cortar la tela un centímetro de menos. No.

El verdadero error fue haber querido ganar tiempo cosiendo la pieza entera, cuando lo correcto hubiese sido tomar parte por parte cada trozo de tela y darle a la costura de a poco.

De repente me dí cuenta, que hace solo unos días atrás le había dicho a alguien de mi entorno cercano, que para lograr los resultados que pretendía, debía ir paso a paso. No apurarse. Hacer las cosas bien para alcanzar solidez en el largo plazo. 

La relación entre una cosa y la otra -la costura fallida y el consejo dado- se hizo tan patente, que comprendí rápidamente la lección: yo dando sugerencias, que ni siquiera estaba aplicando en mi propia vida, con algo que justo ahora llevaba entre manos.

Me asombré muchísimo al descubrir cómo el Universo habla en todos y cada uno de los sucesos de nuestra vida. Como en todos los resultados que obtenemos, hay un reflejo exacto de lo que tenemos dentro. En como la gente con la que nos cruzamos hace de espejo: en algún punto, la ansiedad y el apuro de esa persona me exasperaba. 

¿Porqué? Porque inconscientemente proyectaba en ella algo que me incomodaba de mí misma.

Apurarme, enloquecerme, y querer "ganar" tiempo, son vicios de mi personalidad que no soporto, así que al observarlos afuera, sólo me remitían a revisar mi propia conducta.

He traído esta pequeña historia a colación para  ilustrar aquella ley metáfisica llamada Principio de Correspondencia que dice: "Cómo es arriba, es abajo". Y como es afuera, es adentro. 

La vida misma es un gran espejo reflejando a cada momento quiénes somos en la gran pantalla que solemos llamar realidad.

He traído este relato para recordar que la única manera de cambiar la imagen que me muestra el espejo, es cambiando yo. Y que de nada sirve quejarse, aporrear la mesa o espantar a las moscas. El espejo sólo hace su trabajo. 

Siempre puedo modificar lo que veo si me vuelco hacia el interior y hago los ajustes necesarios en mi percepción, en vez de pretender estúpidamente que la realidad mute como por arte de magia.

La próxima vez que me exaspere, ya sea por la funda cosida o por aquella persona ansiosa, estaré más atenta.

Y eso de querer ganar tiempo, si que es un chiste. Pssss. Ni que fuera la lotería...








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8 comentarios:

  1. Genial me encantó la reflexión!! Este post me recordó dos cosas, una aquella que dice que un elefante no se come de un bocado sino bocado a bocado. Y todo desafio en la vida es un gran elefante. La otra es que corremos en pos de la felicidad y no nos damos cuenta que ella nos espera en nuestro interior.

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  2. Me llama la atención lo del elefante, estoy viendo elefantes por todos lados estos días. "Y todo desafío en la vida es un gran elefante"... es evidente el mensaje. 😉 Y respecto a correr... recuerdo una vez que me dijiste eso mismo en otras palabras: "Deja que la vida te alcance". Y también fue en el momento justo. Gracias Sil! ❤

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  3. Me pareció maravilloso tú relato, me sentí súper identificada en cada una de las situaciones.
    Empezando por el"yo puedo"🙄¿Quién me mandó?????
    Siguiendo por el querer hacerlo de otra forma, sabiendo interiormente que no va a funcionar.
    Después el temaita de decir, lo que en realidad tengo que aplicar yo 🤔
    Me encantó leerte, es la primera vez.
    Te descubrí, gracias a la #desmesura de @paulalesina🌸

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    1. Hola Valeria! Que honor que hayas llegado hasta acá por Paula (la admiro muchísimo). Y que te hayas sentido reflejada con el post! Supongo que no fue casualidad, y esa es la magia que tiene el Diario... siempre llegan las personas correctas en el momento justo. Bienvenida y que alegría me dio tu comentario! Gracias! ❤

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  4. Que maravilla!!!leerte y verme reflejada en cada una de tus palabras. Estoy en esa face de aceptar o mejor dicho de descubrir que soy yo y no el otro lo que me molesta. Todos los días digo mis oraciones y Lo siento; por favor Perdóname,gracias, te amo.y funciona. Cuesta pero funciona.

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    1. Hola Normi!! Me pone tan pero tan contenta que estés usando Ho'opono pono!! Es una herramienta poderosísima para limpiar y sanar. Por supuesto, nada que valga la pena cae llovido del cielo, si que implica esfuerzo y dedicación, como el tejido... me alegra mucho que estes enfocando tu atención hacia vos misma... es lo que intento transmitir y me emociona que te llegue. Gracias! ❤

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  5. totalmente de acuerdo, a practicar la paciencia!!!!

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