miércoles, 17 de octubre de 2018

¿Regateo? La valoración empieza por casa




Hace unos días tropecé con una publicación de una colega tejedora que comentaba como contestaba a los potenciales clientes cuando le preguntaban acerca de precios al por mayor, si decidían encargar más de dos unidades de amigurumis.

Ella respondía muy amablemente que la condición del mayoreo bajo ninguna circunstancia aplicaba para sus artículos hechos a mano.

Postura perfectamente comprensible si tenemos en cuenta que si un muñeco lleva ocho horas de trabajo, hacer dos, llevará dieciséis, no catorce, ni trece. Por lo tanto, no amerita la baja del  costo hacerlos por cantidad. Pasar precios al por mayor, jamás equivaldrá a confeccionarlos en menor tiempo. Solo significa que tenemos ganas de regalarle nuestra vida a un cliente con tal de cerrar una venta. Y lo que es peor, que no valoramos nuestro tiempo.

Con esa publicación, ella nos invitaba a todas las colegas a seguir su ejemplo, y a tomar consciencia de nuestro valor como artesanas.

Por supuesto, metí mi cuchara para llenar la casilla de comentario con muchos emoticones de manitos aplaudiendo. Pero tampoco me sorprendí demasiado. La política de “No trabajo al por mayor”, “No tejo souvenirs”, “Los presupuestos que paso son por muñecos únicos“, la implementé hace ya buen tiempo, cuando tuve que pedir ayuda a una amiga y colega para cumplir con un encargo de unicornios, sencillamente porque ya no me daban las manos para terminarlos.

Fue ahí cuando comprendí realmente que estaba bajando mi rendimiento, deteriorando mi salud, y perdiendo tiempo de mi vida al tomar encargos al por mayor.

Desde entonces rechazo todos los pedidos en cantidad, salvo que estén dispuestos a pagar el mismo precio de uno multiplicado por diez, por veinte, o por cuarenta como me sugirieron en alguna oportunidad.

Es más, si se trata de souvenirs de cumpleaños, yo misma les recomiendo que los encarguen a alguna artesana que trabaje en fibrofácil, que el costo siempre va a ser considerablemente menor que las sumas astronómicas a las que ascienden los amigurumis multiplicados por docenas. Amén de los dos o tres meses que necesitaría para tejer un encargo así.

Cómo el revuelo de comentarios que se armó en esa publicación fue mayúsculo, donde todas expresaban sus posturas o sus casos particulares, y al tocarse un tema sensible para nuestro gremio que animaba a la interacción, tropecé con otro comentario dentro de la misma publicación, donde una chica explicaba que en el dorso de las etiquetas con las que entregaba sus muñecos ponía:

“Por una sociedad que sepa valorar el esfuerzo y dedicación que lleva un producto hecho a mano:
Di NO al regateo.
Di NO al precio especial de mayoreo.

Ahí directamente me levanté de la silla para aplaudirla de pie. Lamento que no haya podido verme cuando me di golpecitos en el pecho con el puño cerrado, levantando el dedo índice en alto mientras guiñaba un ojo, porque mi satisfacción era inmensa.



Si una artesana estaba haciendo esto, me daba la pauta de que las cosas empezaban a cambiar para bien. Que realmente algunas ya están tomando consciencia, y que el mensaje implícito que anida detrás de todo lo que hago, todo lo que digo, comunico en mis redes y que dejo caer en este blog, como quien no quiere la cosa, está empezando a dar sus frutos.

No estoy segura de si ustedes que me leen desde hace rato, se dan cuenta de que siempre escribo las mismas cosas contadas de manera diferente cada vez, pero que el mensaje nunca cambia: Los artesanos y los artistas somos enormemente valiosos para la sociedad y para el bienestar del mundo. Merecemos vivir de nuestro arte como lo hace un doctor o un abogado.

No es mi intención ponerme melosa, filosófica o terriblemente vehemente al hablar otra vez sobre mi cruzada personal de cambiar el mundo a través de mi pluma, así que me voy a detener aquí mismo. Volvamos al mayoreo, al regateo, y a todas esas prácticas que terminan denigrando nuestra actividad.

También me quiero salir de las frases que pululan en las redes como "No cobro por lo que hago, cobro por lo que sé." y "Soy artesana, pago facturas como tú." que no por ser ciertas siguen careciendo de una vuelta más de tuerca para convencer a quienes confeccionamos hecho a mano que tenemos derecho -y hasta el deber- de respetarnos y valorarnos.

Las cosas que me impactan, generalmente las rumeo varios días, analizando, desmenuzando, buscando analogías, y cerrándolas en una idea concreta. En principio, este post iba a ser una humilde publicación en la fan page del Diario, con la intención de ofrecer solución a una problemática con la que los artesanos tropezamos todos los días: el regateo y el cuestionamiento al precio de nuestros artículos.

Pero después me di cuenta que la idea seguía quedándose a mitad de camino. Tenía que ir más lejos aún.

Hace unos meses, dos colegas y yo quisimos llevar adelante una campaña de concientización dirigida a todas las personas que hacen handmade, pero no tardamos en darnos cuenta que la tarea sobrepasaba nuestros recursos y desistimos de iniciarla.

No obstante el mensaje que pretendíamos transmitir era precisamente este. Cómo la vida me vuelve a colocar frente a esta problemática y existen artesanos que leen el Diario, me queda claro que este es el medio a utilizar para hacer hincapié en lo siguiente:

Si nosotros los artistas y artesanos no cambiamos, nadie lo va a hacer por nosotros. Nadie.

En nuestras manos está transformar el viejo paradigma y enaltecer nuestra labor de una vez por todas.

Ahora vayamos por partes. 

Cuestión número uno: si nosotros no valoramos nuestro trabajo, no podemos pretender que un cliente lo haga. Y menos sentarnos cómodamente a quejarnos de eso, proyectando en la sociedad y los demás una responsabilidad que es absolutamente nuestra.

Démonos cuenta de una vez que la queja no va a cambiar las cosas, de que echarle la culpa a la sociedad, a los políticos, a la economía del país y a Montoto,  sólo nos coloca en el lugar de víctimas impotentes. No lo somos. 

Un cliente puede venir y regatearme mis precios, preguntarme: ¿Por qué tan caro?, rogarme que le abarate los costos, y cosas así. Pero si yo me quiero a mi misma, si valoro mi vida, si soy consciente de que cada vez que tomo un encargo estoy alquilando horas de mi recurso más valioso, el tiempo, para tejer un artículo hecho a mano único en el mundo, voy a ser firme y diré, no, lo siento. Mi muñeco vale x cantidad: tómalo o déjalo. 

Si no cierro la venta no pasa nada. Podré disponer de esas horas como yo decida: después de todo, son mías. Si cedo a la exigencia ajena, ¿quién sale perdiendo? Naturalmente, yo. El dinero va y viene, pero mi tiempo no regresa jamás.

Cuestión número dos: el planteo de la cuestión uno se multiplica exponencialmente cuando se trata de encargos por cantidad. Si sucumbo a la exigencia de un cliente abaratando el precio de un muñeco, la pérdida en tiempo de un encargo al por mayor se magnifica también.

Aquí ya no hablamos de horas, sino de meses. Salvo que sea un regalo para un ser muy muy querido, a quien con justa razón le dedicamos nuestras horas para tejerle algo lindo en muchas unidades, no me parece que sea un buen intercambio regalarle nuestra vida a alguien más por unos cuantos pesos.

El precio al por mayor es útil para la venta de productos industriales fabricados en masa. Pero jamás aplicará a uno hecho a mano. Nunca. 

Cuestión número tres: si nosotros nos valoramos, también los clientes que atraeremos serán valiosos. 

Es por eso que mimo tanto como puedo a las personas con las que cierro encargos. Sé de antemano que si eligieron pagar el precio que pido por mis trabajos -que no son nada baratos, créanme-, son seres especiales. 

Generalmente de un pedido que tomo, quedan afuera tres o cuatro. La mayoría de las veces, porque el costo de mis artículos se percibe como elevado, en otras ocasiones, porque mi tiempo para producir tiene un tope.

Pero ese encargo que sí tomo, vale la pena con creces: se siente maravillosamente genial saber que puedo tejer los sueños de alguien que tiene la sensibilidad de enamorarse de mis muñecos, y que es capaz de comprender la enorme dedicación que conlleva realizarlo.

Atravesar el proceso de venta donde le explico a un potencial cliente como trabajo y cuáles son mis políticas, es lento y arduo. Pero si después de plantearle todos mis requisitos y pasar todos los filtros que pongo, decide quedarse conmigo, sé que esa persona es muy, muy especial. Le devuelvo la fe y la confianza que deposita en mí, tejiéndole un amigurumi magnífico.

Lo curioso aquí es que ninguna persona que se queda con mis muñecos regatea mis precios. El hecho mismo del regateo me permite saber de antemano que esa persona no será mi cliente.

Ya he dicho esto en alguna oportunidad, pero aquí va de nuevo: no pretendamos venderle a toooodo el mundo. Los amigurumis, las artesanías, lo hecho a mano, NO SON PARA TODO EL MUNDO. Especialmente en la era que vivimos, de producción masiva,  de consumo desmedido. Las artesanías hoy, son objetos de lujo.

Les invito a echarle una ojeada a la pirámide de Maslow. Nadie que se encuentre en los escalones uno y dos comprará nuestros artículos. Cuando las necesidades a satisfacer son fisiológicas y de seguridad, en lo último que piensa un individuo que está juntando centavo por centavo para comer, al menos hoy en la noche, es en el regalo de cumpleaños que le va a hacer a su ahijado.

Eso, como queda en evidencia, deja afuera a una porción importante de la sociedad, especialmente en Latinoamérica.


Fuente: Wikipedia


Sé que es triste lo que voy a decir a continuación, pero es una realidad empírica: la cultura latinoamericana a diferencia de Europa, Estados Unidos, y los países nórdicos, continúa inmersa en el concepto de la escasez crónica. ¿Y adivinen qué? Vendiendo barato un objeto de lujo, una obra de arte, como lo es uno hecho a mano, siguen dándole leña a ese fuego.

¿O acaso creen que el regateo sólo se le puede atribuir a los clientes? ¿En dónde creen que en verdad se origina?

¿Realmente quieren, desde su lugar de artesanos, seguir contribuyendo a la escasez de nuestra sociedad al regatearse primero a ustedes mismos, para después proyectarlo en la actitud de los clientes como si ustedes no tuvieran nada que ver?

No estoy diciendo que pretendan hacerse millonarios vendiendo amigurumis, lo que en realidad estoy tratando de decir es: ¿Se sienten verdaderamente cómodos con esa maldita sensación de falta de abundancia y prosperidad? ¿En serio creen que valen tan poco?

Tienen oro en las manos, oro puro. Poseen un potencial ilimitado para hacer surgir desde lo invisible, un objeto dotado de vida al mundo visible. ¡Eso es abundancia! Crear es abundancia. Y si ustedes no alcanzan a apreciarlo, si se regatean… no tengo que contarles como acaba este cuento.

Así como encuentro publicaciones inspiradoras como la mencionada al principio, también veo a mucha gente queriendo construir la casa empezando por el techo. Y hago mea culpa. Porque alguna vez, yo también estuve de ese lado de la vereda. Todo el camino recorrido desde mi primer amigurumi hasta hoy, comenzó con esta frase: “La gente no valora lo artesanal.”

Hoy dos años después, no tengo manera de agradecer a la persona que me encargó aquél muñeco, me hizo comprar los materiales para tejerlo, y cuando le di costo final, me rechazó el pedido, dándome a entender (sin decirlo) que era muy caro. Le doy gracias, ya que por su desaire, -sumado a mi actitud resiliente-, inicié esta asombrosa aventura de dar a conocer lo que hago. 

Cuando me di cuenta que no era que la gente no valoraba lo artesanal, sino que yo no me amaba a mí misma y por eso nadie más lo hacía, busqué la manera de aprender a quererme y apreciarme tanto, que nunca más tuviese que volver a vivir un incidente como ese. De alguna forma, lo conseguí, nunca más me tocó pasar por eso.

Cuando no nos estimamos lo suficiente, es como si lleváramos un cartel en la frente que le dice a los demás, “trátenme como si fuera poca cosa”.

Y atraemos toda clase de situaciones nefastas que nos confirman esa creencia: clientes que regatean, que se quejan, pedidos que no retiran, tiempo perdido, dinero perdido, contratiempos, malas recomendaciones, etcétera.

Es normal, cuando estamos en esta vereda, que nos quejemos, protestemos, que digamos que la gente no valora nuestra dedicación, que no quieren pagar lo que pedimos, que nos “vemos obligados” a abaratar los precios para poder vender alguito, que la competencia ofrece tan barato que no nos deja otra alternativa… Eso es consciencia de escasez. Eso es querer construir la casa comenzando por el techo.

Ahora crucemos la calle y vayamos a la vereda de enfrente. Hay que mirar a ambos lados antes de avanzar, pero especialmente adentro. Las preguntas son sencillas ¿De qué manera yo me trato como poca cosa al punto que los demás me lo reflejan? ¿Cómo me regateo a mí misma?

Quizás no me estoy cuidando lo suficiente. No estoy comiendo bien por tejer todo el día. Estoy vendiendo tan barato que me lleno de encargos y ya no tengo tiempo para estar con mi familia. Dejé de encontrarme con mis amigas por cumplir compromisos con los clientes. No hago espacio para el ocio y el esparcimiento. Mi vista, mi columna y mi salud en general se están resintiendo por el estrés y la presión de tener que llegar con todo.

Mi trabajo es bueno, no hay razón para vender a precios irrisorios. ¿La competencia? Bah, ¿qué importa lo que haga la competencia? Primero mi salud, mi familia y mis amigos. ¿Pedidos al por mayor? Que se lo pidan a los chinos. O a la competencia que vende barato. Paso, gracias.

Mis trabajos cada vez son más logrados, la carrera es para superarme a mí misma. Trato de ser mejor y mejor en mi oficio cada día. La “competencia” ahora es una colega y amiga a quien puedo recomendar cuando mi producción llega al tope.

¡Wow! ¡Qué asombroso! ¡Cerré mi agenda hasta el año que viene porque la tengo completa por los próximos tres meses, he triplicado mis precios y me eligen igual! ¡Tengo los mejores clientes del planeta! No sólo pagan con gusto, sino que esperan meses por mi trabajo. Un momento, entonces no estoy vendiendo muñecos. Es cierto que cobro por mi tiempo, pero la pasión que vuelco en mi trabajo va de regalo. No me había dado cuenta, pero... ¡Estoy obsequiando amor! 

Ahora sí crucé la calle. Estoy en la otra vereda. Sólo una persona que se sabe valiosa y abundante puede dar a manos llenas. Nadie regala lo que no tiene.

Fue con reflexiones como estas como descubrí una de las cosas más importantes de mi vida: cuando cambié yo, el universo entero se acomodó a esa nueva versión de mí. Aprendí a crear mi casa desde sus cimientos: valorándome yo. Sintiéndome abundante y próspera. Fue asombroso darme cuenta que mi poca autoestima no se debía a que me faltara algo. Simplemente no sabía que ya lo tenía y además me sobraba.

Es de esta forma como se cambia el mundo, comenzando por uno. Porque después la gente que me lee se contagia, y a su vez contagia a más gente. Se viraliza lo positivo. Por sinergía, crecemos como seres humanos.

Realmente, pero realmente, en serio, realmente… Mi deseo de que las condiciones de los artistas y artesanos cambien para bien desde sus cimientos, es tan fuerte, tan ardiente y tan poderoso, que me paso horas interminables de mi vida comunicando este mensaje de todas las formas posibles, y nunca me canso.

Desde nuestra propia valoración, desde el amor que volcamos en lo hecho a mano, desde la sensación de prosperidad y abundancia que logremos alcanzar en nuestro interior, vamos a obtener la fuerza y la determinación necesaria para decir, al igual que la colega:

“Por una sociedad que sepa valorar el esfuerzo y dedicación que lleva un producto hecho a mano:

-Di NO al regateo. (Comenzando por el tuyo propio).

-Di NO al precio especial de mayoreo. (Cuidá tu tiempo, no es infinito ¡Jelouuu!).

LA VALORACIÓN DE TU TRABAJO EMPIEZA EN VOS.

Ahora yo quiero pedirles algo. No me vengan con ¡Ay que flojera! porque nunca jamás les pido nada.

Si alguna de estas reflexiones les tocó el corazoncito, creen que a alguien que conocen pueda servirle, o necesite saber las cuestiones uno, dos y tres, sería maravilloso que intentaran hacerle llegar este mensaje.

No lo hagan por mi linda cara, que de hecho no es tan linda. Bueno, ahora me corté el pelo y me sienta bien…pero no lo hagan por eso. 

Háganlo para ayudar a los demás.

Hay muchos colegas aún, artesanos y artistas refunfuñando quejas en la vereda de en frente, diciendo: “es que la gente no valora...

Difundan este mensaje, ofrézcanle una herramienta más para salir de esa manera de pensar que los coloca en una posición de victimismo que les priva de todos sus recursos y potencial. Creemos entre todos esa sensación de prosperidad interior que nutra a la sociedad y la haga mejor.

Sin arte, el mundo carecería de amor, por eso nuestra labor es tan importante.

¿Qué sería de nosotros sin ese buhito amigurumi colgado en la puerta, esa cajita en decoupage, los duendes de masilla, el mandala en la pared, el cuadro zentangle, la bolsita en patchwork, la mesita de pallets? ¿Qué haría el ser humano sin guionistas, cineastas, músicos, cantantes, escultores, pintores, ilustradores, fotógrafos, bailarines, escritores, actores, artesanos? ¿Cómo embelleceríamos nuestra vida? ¿Con qué alimentaríamos nuestro espíritu? ¿Qué nos inspiraría? Todo sería gris, aburrido, monótono, falto de color y sin entusiasmo.  

Lo que todas estas personas tienen en común, es la inmensa pasión a lo que hacen, que de alguna forma consiguen transmitirlo. Nos emocionan, nos llenan el alma, nos tocan la fibra más sensible con su arte, simplemente porque lo aman. Y porque se valoran.

Desde esta forma de arte, la escritura, también intento volcar el amor que arde dentro de mí y que me gustaría ver allá afuera.

No necesito que compartan este post para que me devuelvan nada: yo ya me siento próspera. Tengo la inmensa fortuna de levantarme cada mañana sabiendo que es un día más en el que voy a hacer lo que amo.

Escribo estas líneas desde esa sensación de abundancia ilimitada a la que llegué no sin esfuerzos, con el único propósito de recordarles que lo que ustedes creen que les falta, en realidad les sobra: amor, y lo tienen literalmente en sus manos. 

Son muy valiosos para el bienestar de este mundo, sépanlo.









Este post está dedicado a mis amigas y colegas: Andrea Orecchio de Alquimia Esmeralda, Gisela Zubimendi de Tal como te soñé, Alejandra Medina de Muñecas Rasheli, y Perla Pacheco de Pilagurumis. Con ellas aprendí que podemos ser, desde nuestro humilde lugar,  el cambio que queremos ver en el mundo.











Entradas anteriores:


https://diariodeartesana.blogspot.com/2018/10/el-camino-del-artista-parte-ii.htmlhttps://diariodeartesana.blogspot.com/2018/09/quisiera-poder-decir.html
https://diariodeartesana.blogspot.com/2018/08/el-camino-del-artista-parte-i.htmlhttp://diariodeartesana.blogspot.com/2018/06/cumpleanos-de-te-parece-caro-mi-trabajo.html
https://diariodeartesana.blogspot.com/2018/04/gestionar-mi-vida-y-fracasar-en-el.htmlhttp://diariodeartesana.blogspot.com.ar/2018/03/post-vacaciones-me-siento-distinta.html




Conocé la Fan Page del Diario:

https://www.facebook.com/diariodeunaartesana/




http://eepurl.com/dqfst1
http://eepurl.com/dqfst1





10 comentarios:

  1. Bravo!!!! y brava en muchos decires!!! como es debido!!!!!
    "Chapeau!!!"

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias, amor! Que vos leas un post mío (esta es la primera vez, creo) para mi es un exito rotundo! Te amo! ❤

      Borrar
  2. Rsta genial este post!!! No era q rafa no.los leía?? Jaja

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Jajaja! Hola Anny! Esta es la primera vez que lo hace (y espero que la última) no sólo lo leyó, también lo CORRIGIÓ!! Jaajaajaj! Supongo que leyó de lástima, porque vio mi sufrimiento, mis ojeras de 5 noches seguidas... espero que no vuelva seguido por acá, sino se va a enterar cuando escribo sobre eĺ jajaja! Un abrazo Anny!

      Borrar
  3. Simplemente excelente!! Gracias por hablar por mi (entiéndase me ahorraste el tiempo de elaborar lo que pienso y siento! Sigues regalando pasión, obsequiando amor! Gracias..)
    Se puede compartir el post?

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. ¡Claro que sí! Adelante! Para mi sería un honor que lo compartieras!!

      Borrar
  4. Simplemente excelente!!! Gracias por hablar por mí ( entiéndase ahorrarme el tiempo de elaborar y plasmar lo que pienso y siento, sigues regalando pasión y obsequiando amor!) Los artesanos somos únicos! gracias..

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias a vos, Patricia por pasarte y dejar tu comentario!! Un abrazo!!

      Borrar
  5. Excelentes reflexiones! Lo compartiré, porque algunes (aunque no acepten el lenguaje inclusivo, a mí me resulta muy simpático) necesitan ver, leer, tomar ejemplo y coraje para decir ese es mi precio y no lo bajo, y si seguis insistiendo, lo subiré. Yo digo siempre que un amigurumi es un objeto de lujo, sobre todo cuando está bien hecho, se hizo al ojo, tiene detalles como la buena costura, bordados, etc. Me pasó en la última feria, me preguntaban si vendía o solo exponía y a algunos les dije, expongo solamente, los pedidos son con seña... Porque viendo la pobreza y escasez de los bolsillos en general, que hasta quien tiene mejor pasar económico también se tira para abajo y ahorra, en lugar de reactivar con su consumo las actividades de los projimos. En cuanto a los souvenirs, si exceden las 15 unidades, el precio sube, me ahorra decir que ya no los hago, y también sugiero el local chino, esto luego de comprobar que repetir modelo no es lo mío y me aburre mucho, aunque me los han pagado bien, cuando el cobro en cuotas era rentable. Cómo siempre, dos pulgares arriba para tus escritos y gracias por tomarte tus noches y neuronas para el bien del gremio!

    ResponderBorrar
  6. Hola Sandra! Muchas gracias por pasarte, por tomarte el tiempo de comentar...y respecto a todo lo que dijiste...es mucha info para contestártela toda jajajja!! Aunque lo puedo resumir en una sola oración: HACÉS BIEN EN VALORARTE! y me encanta!

    Te mando un abrazo enorme!!

    ResponderBorrar

¿Qué te ha parecido el post? ¡Me encantaría conocer tu opinión! Escríbela en los comentarios que ¡vengo corriendo a leerte!